La minería en el Perú más allá del importante aporte que realiza a través del pago de impuestos y regalías, que se distribuyen a las regiones y distritos donde se ubican las operaciones, bordeando los S/ 10 mil millones solo a octubre de este año, desde hace más de dos décadas emprende una gestión social promotora del desarrollo sostenible.

En ese marco, cientos de proyectos de apoyo directo a las comunidades se han ejecutado en forma descentralizada, en un trabajo articulado con las autoridades y poblaciones, los que van más allá de la propia actividad minera y buscan mejoras en salud, educación, medio ambiente, alimentación, capacidades productivas y turismo, entre otros, potenciando los territorios.

Este esfuerzo es reconocido desde 2006 por la Sociedad Nacional de Minería Petróleo y Energía que, a través de los Premios de Desarrollo Sostenible, destaca esta labor silenciosa que ha tenido diferentes impactos, desde enseñar la forma de alimentar a los más pequeños para combatir la anemia hasta dotar de agua limpia a ciudades de la trascendencia de Arequipa.

En ese contexto, la afirmación que el Perú es un país minero, no solo se remite al potencial geológico y la producción polimetálica, sino que también abarca las oportunidades que genera en beneficio de las personas, sobre todo en las zonas más alejadas de los centros urbanos por encima de los tres metros de altitud, donde ninguna otra industria llega y donde lamentablemente la ausencia del Estado es más notoria.

Somos mineros y debemos sentirnos orgullos no solo por los más US$ 40 mil millones de ingresos anuales por exportaciones que genera la minería y que contribuyen a la estabilidad económica, sino también porque se trata de una actividad que permite que miles de peruanos tengan por primera vez acceso a agua, luz, salud, tecnología, así como a oportunidades de desarrollo, en un verdadero círculo virtuoso de crecimiento y prosperidad.

El Director